El Salto. Agosto, 2020
Qué fácil es ser un correcto contestatario
Los nazis eran muy malos, Franco, ni te digo, el Capitalismo es, por supuesto, malísimo también; el rey Juan Carlos, un mangante, los puteros, gente indeseable, de por sí, propagadora del Covid19, como los jóvenes; los cazadores, unos asesinos disfrazados, los aficionados a los toros, otros que tal bailan; las mujeres trans, unas aprovechadas, los hombres divorciados que plantean el tema de la custodia de sus hijos, unos machistas medio asesinos en potencia; los policías, unos ignorantes embrutecidos, los militares, ni te digo; los votantes de Vox o del PP, qué te voy a contar; los que cuestionan, desde la izquierda, el procés, unos locos, necesitados de tratamiento psiquiátrico o unos españolistas medio fascistas; los que lo apoyan, unos nacionalistas encubiertos, medio fascistas también… Qué bien tenemos localizado a nuestros enemigos, qué bien funciona el pim pam pum con ellos y qué tranquilitos nos quedamos, ¿verdad? Qué fácil es todo para los provocadora o contestatariamente correctos. Qué reconfortante es para todos nosotros no tener nunca la culpa de nada y la respuesta exacta para todo, y más, si, así, nos sumamos a las corrientes dominantes en la izquierda y la progresía biempensantes.
Pero qué difícil, en cambio, resulta reflexionar sobre la extraordinaria y paradójica complejidad del mundo y de las cosas; qué ingrato es vernos a nosotros mismos con la sencilla precisión que vemos el mal del otro. Qué desagradable es comprobar en nosotros las huellas del fascista, del corrupto, del ser desgraciado que mendiga atención sexual y satisfacción emocional, sin ser necesariamente un indeseable, o del ser sumiso y miedoso que se pliega a los dictados, a veces, incomprensibles o injustos, de su grupo, de su organización o de su medio; o reconocer que mi padre, que es cazador o al que le gustan el fútbol y los toros, no es un bruto ni un asesino; que el amigo divorciado que no puede ver a sus hijos, no es ni violento ni machista; que ser mujer u hombre no es una cuestión de apéndice reproductor o de senos protuberantes por nacimiento; que los trabajadores que votan a Vox o al PP quizás no sean tan ignorantes y brutos como pensamos, pues acaso nuestra propia estupidez e ignorancia les ha llevado a ello. O que apoyar o criticar el procés, desde posiciones de izquierda, es un derecho de la inteligencia crítica, algo discutible y rebatible en ambos sentidos; que hay que darle más de una vuelta al tema, porque sin reflexión y análisis, no hay izquierda ni inteligencia posible; que, como Pasolini nos descubrió en el 68 parisino, los policías eran los hijos de los trabajadores y los que estaban en las barricadas los hijos de la burguesía, y que a eso había que darle una vuelta de reflexión e inteligencia crítica (sobre todo, si tenemos en cuenta el posterior comportamiento de esos rebeldes cachorros de la burguesía, cuando llegaron al poder desde las barricadas), que la izquierda no podía, ni puede pasar por alto ese hecho, como no puede tampoco dar un fácil carpetazo al por qué una buena parte de los trabajadores votan a sus amos.