DIAGONAL. 8 enero 2009

Entrevista a Matías Escalera Cordero por Alberto García-Teresa

– ¿En qué estado se encuentra y para qué, y a quién, sirve la cultura actual?

R. Para comprender el estado de la cultura actual (entendido que estamos hablando del conjunto de instituciones sociales y manifestaciones artísticas y literarias, en el más amplio sentido del término; es decir, de todo aquello que la mayoría entiende hoy cuando oye la palabra ‘cultura’), sólo hay que mirar a nuestro alrededor, ver la televisión, ir al cine o al teatro, leer lo que se publica e inunda los escaparates de los supermercados del libro, etcétera… Carnaza hortera y distraída; magro espectáculo y mercancía en que el envoltorio vale más que el contenido… Tomemos, por ejemplo, el caso de los suplementos culturales de las distintas familias mediáticas, en los que cualquier atisbo de disidencia se castiga con la exclusión (y, si no, que so lo digan a Ignacio Echevarría, o a tantos otros desaparecidos en el anonimato). O repasemos la “programación de festejos”, festivales, festivalitos y “centenariazos” de ayuntamientos, diputaciones provinciales, consejerías y ministerios… Tomemos el caso paradigmático de nuestro clown oficioso, Sánchez Dragó; y no me refiero a su exhibicionismo casposo (de feria antigua), sino a su numerosísima y sonriente comparsa, lo más granado de nuestra “cultura”, de toda casa y pelaje, que ríe sin reparo alguno sus monsergas mostrencas y arbitrarias; pues el objetivo es “salir en televisión”, sea como sea, ya que, si no “sales”, simplemente no existes. Y no es que sean estúpidos, que no lo son; es que quien participa del espectáculo debe doblegarse y aceptar las normas impuestas por los dueños del circo, sean bebidas refrescantes, patrones políticos y mediáticos o banqueros. Es la ley del Capital, y punto.

Fotografía de Demian Ortiz

– En alguna ocasión has dicho que la cultura actual está “vacía”.

R. Es el término que mejor define el panorama que acabo de esbozar… Y junto al “vacío abisal” –tal como lo definió Eduardo Mendoza–, la absoluta irrelevancia e inconsecuencia de los actos y de las palabras: esta es la condición de los actos humanos en el Capitalismo avanzado; y esa es la condición de los actos culturales integrados en el “espectáculo” mercadotécnico; por eso, todo equivale a todo, lo nimio y lo trascendente, en las tertulias mediáticas, en los suplementos culturales o en las políticas institucionales; y, por eso mismo, algunos abogamos (y, desde La (re)conquista de la realidad, lo intentamos), por una literatura, un teatro, un arte, con consecuencias, que entre en contradicción con la realidad y nos obligue a entrar en contradicción con ella.

– En tu poemario Grito y realidad especificas, sin embargo, que “la poesía es un arma descargada y en desuso”.

Y no lo es en verdad; la poesía (como la novela, el cine o el teatro) por sí misma no basta, no es un arma, como pretendió y soñó Celaya, en tiempos de sueños y de pretensiones irresistibles y acuciantes… No es un arma, pero sí puede ser el inicio del camino para la toma de un arma, cualquiera que esta sea, que cambie de modo efectivo la realidad; o la canción que acompañe su uso… La poesía no cambia la Historia, pero sí la acompaña. Y eso es lo que trato de hacer con la mía, acompañar –literalmente– a mis “compañeros de trabajo” (aquellos que han renunciado a infligir sufrimiento a los demás) y arrastrar con ellos “sus silencios y su propio sufrimiento”, como quería el protagonista de la monumental y bellísima novela, La estética de la resistencia, de Peter Weiss.

– ¿Cómo funciona el circuito de creación cultural; grandes agrupaciones de empresas de distribución e información cultural, grandes empresas de comercialización de ese producto, y la recepción final del producto por el público, en última instancia capacitado para rechazar o aceptar una propuesta artística?

En el planteamiento mismo de la pregunta, irónico, por supuesto, hay, tú lo sabes, una contradicción insalvable; los grandes nunca dan una oportunidad real a los pequeños; en un sistema que se basa exclusivamente en el lucro y el beneficio, esto no sólo es así, es la norma suprema de funcionamiento: el lector, el espectador, el público, en general, jamás tendrá la menor oportunidad de decisión sobre los productos que recibe; pues ni siquiera somos dueños de nuestros deseos; inducidos, los más, por la industria (esto es, los vendedores) y la “costumbre” (las inercias y hábitos de las que se valen para vencer nuestras resistencias). La libre decisión es una ardua conquista personal, que no es fácil adquirir y desarrollar… ¿Quién se atreve a leer lo que los demás no leen, a ver lo que los demás no leen, a oír lo que los demás no oyen, a hacer lo que los demás no hacen? En la industria cultural, cada uno tiene su papel, las empresas, producir y vender; los periódicos, las emisoras de radio y televisión, las tertulias y las revistas culturales, promocionar y publicitar; las universidades, las academias, los circuitos culturales veraniegos –subvencionados normalmente por los banqueros–, bendecir y aleccionar; el público, simplemente comprar.

– Entonces, ¿es posible una cultura crítica con el mercado, si todo el mecanismo se supedita al propio mercado? O, dicho de otro modo, ¿se puede escapar del mercado?

Sí, y no… Y no es un juego de palabras, o una forma de eludir la pregunta… Sí hay experiencias o actos culturales que se escapan o intentan escaparse de las leyes del mercado; sin ir más lejos, Tierradenadie Ediciones, en la que estoy embarcado, es una experiencia editorial que programáticamente renuncia al lucro y a la acumulación; la venta de nuestros libros sólo generan más libros, pero, fíjate bien, que he dicho “la venta de nuestros libros”, cuando en nuestra contraportada consideramos que nuestros libros no son una mercancía, aunque de hecho, de alguna manera, lo son; y asumimos esa contradicción… Existe otra posibilidad, trabajar al margen absolutamente del mercado; e Internet, como la acción directa, las intervenciones y las ocupaciones de espacios, nos dan sendas oportunidades… De hecho, algunas experiencias culturales críticas activan ambas posibilidades… Pero hay aún, otra posibilidad, inmersos en las leyes del mercado promover ideas o experiencias contra el propio mercado… Cuando ofrecí, y acepté luego, publicar Grito y realidad en Baile del Sol, supe que iba a hacer cosas que no me agradan, a participar en rituales del mercado que detesto, como firmar ejemplares en la Feria del Libro, pero sé por qué lo hago y para qué lo hago, porque no soy, en sentido estricto, un producto del mercado, aunque estoy en él, y porque Baile del Sol, no es Planeta, ni Alfaguara… No deberíamos renunciar a ninguna de las posibilidades de acción y proyección crítica de nuestras ideas, tanto si se nos dan, como si las construimos o las conquistamos… Debemos aprovechar la extrema confianza del Capital en su propia omnipotencia, para cuando las circunstancias históricas cambien, las contradicciones se agudicen, y traten de eliminarnos, acallarnos y exterminarnos; que entonces nos encuentren diseminados, incrustados y “capilarizados”, “metastasiados” como un cáncer incurable; no debemos encapsularnos, facilitarles el trabajo, autoexcluyéndonos, localizándonos… Somos francotiradores, no debemos despreciar ninguna posición de tiro.

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