Odisea Cultural. Septiembre, 2021
Una conversación con Ángel Guinda: Escritura, Vida y Sentido
Brevemente, para quienes, en el amplísimo mundo de la literatura en español, no conozcan aún a Ángel Guinda, solo cabe decir que es otra de las voces imprescindibles de la poesía española de los últimos cuarenta años; pues su primer poemario, Vida ávida, data, precisamente de 1981, aunque, ya en 1977, funda una pequeña colección de poesía, y un año después, en 1978, publica su primer manifiesto, Poesía y subversión.
Pero, además, Ángel Guinda, lo sé por experiencia, es uno de los compañeros más fieles que uno puede tener junto a él en la trinchera de la vida y de la escritura con sentido. Premio de las Letras Aragonesas en 2010, es un zaragozano de pro, pero madrileño de adopción, del mejor de los Madriles, no de este Madrid, de ahora, que está a punto de desaparecer entre cazurradas paletas y patrioteras, asfixiado por un chovinismo carca y paleto, tan obtuso e ignorante, como extraño a la historia de la propia ciudad, en la que nací y me han arrebatado.

Su obra es la suma de más de veinte libros de poesía, de traducciones, de colecciones de aforismos, de manifiestos (cuatro, al menos, uno por cada periodo de su vida/obra), pues es de los pocos poetas que cree aún firmemente en ellos; y autor de un enorme ensayo sobre uno de los enormes poetas españoles del último tercio del pasado siglo, Leopoldo María Panero.
Con este ser humano sabio y sensato donde los haya, de voz grave y profunda, al que cariñosamente llamo, en ocasiones, “Emperador de la Poesía”, voy a establecer una pausada conversación: ya lo saben, solo para lectores como ustedes, que son capaces de leer más de seis líneas seguidas y que aún piensan que las ideas necesitan reflexivo desarrollo y necesario reposo. Y hablaremos sobre la escritura, sobre la vida y el sentido de ambas; en realidad, vamos a hacer una especie de “recapitulación”, pues Los deslumbramientos y Recapitulaciones (Olifante, 2020) es, justamente, el título de su más reciente poemario.