
Julio César de William Shakespeare
[Anticipación: notas apócrifas del cuaderno perdido del tendero de Stratford-upon-Avon]
Mientras se acercaba al Foro, César iba meditando en cómo acabar con sus enemigos, incluido Bruto, a pesar del dolor que le causaría dar la orden de su aniquilación…
… Era necesario; el destino del Estado y su propio destino (el mismo e idéntico destino, al fin y al cabo) así lo exigían, pues esos viejos republicanos, tan nostálgicos y celosos de sus privilegios, representaban un peligro objetivo para el nuevo estado, y para la nueva Roma que se avecinaba (y, por supuesto, para él mismo, que encarnaba ese destino).
− Esa es su debilidad, que les falta una idea de la Roma del futuro; su nostalgia del pasado es enfermiza, la República nunca fue tal como ellos la recuerdan o la sueñan, ni siquiera en tiempos de Mario o de los padres fundadores…
Y decidió: mañana ordenaré su asesinato… (por eso quizás tardó tanto en reaccionar; por ese contraste tan marcado entre lo que ellos buscaban, su muerte –su desaparición de la memoria romana–, y lo que él tenía previsto para ellos…)