Edipo Rey de Sófocles

Otra de las grandes tragedias de Sófocles es Edipo Rey. Incluso quienes no la han leído o visto representada sobre un escenario saben de las peripecias de su héroe, incluido su aciago final. Un héroe y una historia, además, que han dado nombre a uno de los, no menos famosos, complejos freudianos.
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(… eres mi madre, pero qué importa si somos tan felices…)
… Sí, lo sé, eres mi madre, pero qué importa si somos tan felices; no destruyas con ese gesto, con tu suicidio, toda esa felicidad… Por primera vez, querida Yocasta; por primera vez en mi vida, soy completamente feliz y a nadie se le debería arrebatar la felicidad conquistada tan sólo por un fatal encuentro en un cruce de caminos… Somos, esposa mía, piezas sujetas al gran juego de los dioses y a ellos no les importa nuestra felicidad, sólo nuestro sometimiento…
[… pausa dramática y expectante. Yocasta lo mira, unos dicen que con pena, otros que con un gesto de horror, y otros, que con infinito amor; pero permanece en silencio…]
… ¿Qué deberíamos hacer ahora, eso que nos grita la muchedumbre del coro…? Pero tú sabes que ninguno de entre ellos ha conquistado nunca la felicidad, si así fuera, no estarían pidiendo tu muerte ni mi ceguera, tu holocausto y mi propia mutilación… Tú sabes que quien no conoce ni ha conocido el gozo del auténtico amor en los brazos de la mujer o del hombre soñados tiende a la injusticia y es cruel, pues quien ha conocido la plenitud de ese gozo jamás se atrevería a solicitar la aniquilación de un hombre feliz… Oh, dioses, hasta Tiresias estaría de acuerdo con ello; ni mi propio sentido del deber, ni todas vuestras leyes, ni tampoco las humanas, pueden obligarme a la renuncia, ni siquiera mi propia conciencia puede hacerlo, ¿por qué deberíamos hacerlo, para satisfacer qué balanza, si no hemos dañado a nadie a sabiendas?
[… duda, titubea…]
… tampoco mi destino prefijado de héroe, digan lo que digan también Tiresias o el coro… ¡Soy tan feliz!… No, jamás me arrancaré los ojos, jamás lo haré y tú, querida esposa madre, jamás te quitarás la vida; los seres felices no lo hacen y nosotros lo somos, ¿verdad?
Los seres felices jamás se quitarán la vida…
Tremendo, Matías…
Un abrazo, Juanito.
Gracias, querido amigo y compañero impagable.
Un abrazo fuerte