III Foro social de las artes, 2007

Estar vivo entre muertos

A veces, podemos caer en la sensación de estar caminando entre muertos, de ser los únicos hombres, mujeres, vivos entre las multitudes difuntas que nos rodean; podemos llegar a pensar, cargados de razón, que somos los únicos sabios entre las masas ignorantes que deambulan y babean de escaparate en escaparate; los únicos seres sensibles en medio de una patulea de patanes impasibles: semejante a la muchedumbre de zoquetes que rodaban por el suelo, de trompicón a trompicón, en las viejas carpinterías de nuestra infancia.

La sensación -la tentación- es fortísima, e irrefrenable, la mueca de rencoroso desprecio que esboza el rictus de nuestros labios está -lo sabemos- justificado; la bilis que tragamos es bilis de buena ley; razones no nos faltan. Aunque, reconozcámoslo, sentirse caminando por un cementerio -como a los viejos héroes románticos-, nos justifica, y -de un modo morboso y sinuoso- nos satisface. Siempre ha sido así; pero sentirse el único ser vivo entre muertos -como la única mente despierta en medio de un gatuperio de mentes remolonas y estúpidas, o la única entidad sensible entre un montón de zoquetes- tiene un gran inconveniente, que son los muertos, los estúpidos y los zoquetes, los protagonistas de la Historia, los que retienen, provocan y aceleran los cambios; y como sucede con el estiércol -con su misma putrefacción-, en ellos -con ellos- germinan y florecen los tiempos nuevos (si los hubiese). Y, si nos queda alguna duda, reparemos en que la lengua -en realidad, todas las lenguas- que, en este mismo acto, nos sirve de herramienta, es el resultado de la acción -y de la omisión- de varias decenas de generaciones de muertos vivos, de zoquetes y de ignorantes; en realidad, el mundo que conocemos, las ciudades en que vivimos -y maldecimos ser los únicos seres vivos entre muertos-, son obra suya (desde luego, más que nuestra). No digo que sea fácil aceptarlo.

Sin ir más lejos, hace unos días, en esa fiesta de pinta estabularia que llaman “del libro”, varios artistas -zoquetes de tebeo-, de esos que se ven aún como seres únicos y “geniales”, intérpretes de ese misterio incognoscible, que resulta ser la tan traída y llevada “condición humana”; de esos a los que se les enciende una bombillita encima de la cabeza, cuando les llega, por fin, la “inspiración”; de esos que han olvidado -acaso nunca las tuvieron en cuenta- las horas de taller; que no se “adaptan” a ningún modelo, pues simplemente no lo tienen (van y vienen de acá para allá, sin tino -al albur-, según el empellón que les den en ese momento); ese montoncito, en suma, de tacos -casi apenas virutas del sistema- ignorantes -que uno tiende a despreciar, instintivamente-, llegaron a la conclusión de que “en una vida entera se tienen un par de ideas originales”. Y el caso es que uno sabe que acabarán sus bandazos, sus erráticas trayectorias de recortes -de trompicón a trompicón-, sin haber alcanzado siquiera la mitad de una idea. Y, no obstante, ellos, justo ese montoncito de apenas viruta, son el Cine y la Literatura -y el Teatro, y la Pintura, etcétera- de esta nuestra rancia y sufrida piel de toro, de conejo al ajillo, chácharas radiofónicas y pandereta -electrónica-. No digo que sea fácil aceptarlo; pero tampoco cabe la resignación (me animo). Et in fine, pro more, vale

🤞 ¡No te pierdas nada!

Todas las nuevas entradas al blog y noticias de Matías Escalera

¡No hacemos spam!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *