Blog de Viktor Gómez: Cuestionario / 2008

1.- ¿Desde dónde (qué autores, obras) se puede un lector aproximar a tu poesía comprometida, social, neo/vanguardista, de tradición no canónica?

Soy profesor de literatura y eso inevitablemente se nota. He mamado la tradición, me he criado y trabajo con el canon occidental, pero también he buceado en las aguas negras que rodean a esa isla artificial y paradisiaca; y procuro, en parte, reescribirla y reventarla desde dentro. Y en esas aguas negras me he encontrado por ejemplo al Arcipreste de Hita (el primero entre todos, para mi formación), a los poetas satíricos del siglo quince castellano, a la poesía popular no canónica y a cierto romancero tradicional oculto; a François Villon y a Garcilaso, o a Aldana, pero también a Fernando de Rojas, y al mismo Cervantes (primus tamen inter pares), antes de ser triturados, claro, por la crítica universitaria (salvo honradas excepciones, siempre servil, manipuladora y ramplona); o a los románticos ingleses, y a los alemanes, especialmente al Schelling de La relación del arte con la naturaleza y al Heine de Noches florentinas (más allá también de los mitos y de toda la escoria “sentimental” y de segunda mano que se les ha adosado); al Lautremont de Los cantos de Maldoror, al Céline del Viaje al final de la noche; a Maiakovski y a Brecht, por supuesto; a Kafka y a Karel Capek; o a raros como el Maurice Pons de Las estaciones, o el Henry Roth de Llámalo sueño o el Thomas Benrhard de Tala (narradores, novelistas que se adentran en los territorios de la poesía: pues para mí –y en mi obra se nota–, las fronteras entre los géneros son muy permeables, como podrás comprobar a lo largo de estos dos próximos años, en los que, si todo va bien, saldrán a la luz las novelas y los relatos; algunos de los cuales se pueden leer en la revista digital Youkali [www.youkali.net]); y que acompañarán al nuevo poemario en proceso actualmente. Sin olvidarme de los extraordinarios casos de Antonio Machado y Valle Inclán (excepcionales por la lucidez intelectual –y artística– demostrada en sus respectivas capacidades para evolucionar y dar respuestas a su tiempo); tampoco, de Andrianne Rich, o de los no menos extraordinarios casos de César Vallejo y Roque Dalton; o de Gil de Biedma, de José Hierro y de López Pacheco; o de Juan Perucho y del mejor Panero. Y, de hoy mismo, las obras de algunos compañeros, si no de generación estrictamente, sí de sensibilidad, como la de Antonio Orihuela, o la de Quique Falcón, o la fundamentalísima de Jorge Riechmann; o la de algunos recientes e impactantes descubrimientos, para mí, como son las de Patricio Rascón y Antonio Martínez i Ferrer… En fin, me dejo –lo sé– a muchos autores y muchas lecturas que han ido conformando, de una u otra manera, mi forma de entender la escritura poética, pero con estas pinceladas, sin meditarlas mucho, creo que te puedes ir haciendo una idea.

Fotografía de Demian Ortiz

2.- ¿Cumple la poesía una labor de resistencia o de acompañamiento de los que luchan por las libertades y derechos humanos?

Para contestar a esto me remito a la entrevista que Alberto García Teresa me ha hecho para Diagonal, y que saldrá, creo, muy pronto. En ella, digo lo siguiente: “La poesía (como la novela, el cine o el teatro) por sí misma no basta, no es un arma, como pretendió y soñó Celaya, en tiempos de sueños y de pretensiones irresistibles y acuciantes… No es un arma, pero sí puede ser el inicio del camino para la toma de un arma, cualquiera que esta sea, que cambie de modo efectivo la realidad; o la canción que acompañe su uso… La poesía no cambia la Historia, pero sí la acompaña. Y eso es lo que trato de hacer con la mía, acompañar –literalmente– a mis “compañeros de trabajo” (aquellos que han renunciado a infligir sufrimiento a los demás) y arrastrar con ellos “sus silencios y su propio sufrimiento”, como quería el protagonista de la monumental y bellísima novela, La estética de la resistencia, de Peter Weiss.

3.- ¿Por qué tu poesía se aleja del canon? ¿Qué posibilidad tiene de incidir en los lectores desde su excentricidad o descentramiento?

Cuando antes he citado a Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, en realidad, su Libro de buen amor, no lo he hecho por mera pose erudita (pues, cuando escribo y digo algo, por regla general, procuro que las palabras no sobren y digan lo que deben decir: algo que aprendí de muy jovencito del Azorín de Castilla). El Libro de buen amor es, sin duda, uno de los primeros intentos literarios críticos de la literatura europea occidental, precisamente porque utiliza los discursos canónicos heredados –manipuladores y mentirosos–, como los clericales o los amorosos cortesanos, para reventarlos a partir de la extrapolación (ideo)lógica, irónica y paródica de sus contradicciones. Y eso es lo que, en una parte fundamental, hay detrás de mi forma de concebir el acto de escribir: restaurar por pasiva el significado activo de las palabras y discursos con las que precisamente nos someten: si lees mis poemas de amor, verás claramente lo que te digo; o cuando hago hincapié en la responsabilidad que cada uno de nosotros tenemos en nuestro propio estado de sumisión. No concibo otra forma de escribir; vivimos una sola vez y de una vez para siempre, y no puedes dejar de responder a la vida que vives por tener una carrera literaria, por ejemplo. Eso, si miro hacia atrás, nunca lo he pretendido, ni siquiera cuando podía desearlo; si no, no hubiese roto toda mi obra escrita antes de los treinta y un años, y no hubiese escrito lo que escribo, ni del modo como lo escribo. Hay muchas formas de combatir las fuerzas que nos arrastran al desastre, o de dar, al menos, la voz de alarma, y esta es una más, no la única; hay que dar la batalla en todos los frentes a los que llegues, sin dejar vacía ninguna trinchera sin pelearla al menos (tal vez sea por mi carácter, no lo sé; o porque me crié entre los barrios de Usera y Carabanchel, y pateé mucho sus calles; o quizás fueron los viejos camaradas del Partido Comunista, cuando los conocí de verdad en los barrios de Alcalá de Henares; pero el caso es que me resisto a dejar una brecha sin cubrir); y la poesía, la novela, el teatro, el pensamiento, la acción política e ideológica tienen muchas trincheras abiertas. Lo que escribo como poeta, como novelista y, ahora también, como autor dramático; o cuando ejerzo de profesor y de crítico en los congresos y simposios a los que asisto, o cuando colaboro con las revistas de mi especialidad; o lo que hago como editor, en Tierradenadie Ediciones y en la revista Youkali; o como miembro del Centro de Documentación Crítica; quizás sea poco –o nada– e irrelevante todo, en relación con la gravedad de los procesos históricos en que estamos inmersos, pero es lo que sé hacer, y lo que hago. Además de procurar ser fiel y útil a mis “compañeros de trabajo”.

4.- ¿Cómo entiendes el maridaje de poesía y política en el presente? 

Creo que va respondida esta pregunta en la anterior; pero escribir es tomar y escoger posición en los frentes abiertos, tanto sociales como políticos; y quien no lo entienda así, quien crea que el arte está no se sabe dónde, más allá que acá, es que trabaja, sin saberlo (o sabiéndolo), para el enemigo. Y por lo menos hay que ser consciente de ello y marear la perdiz con idas y venidas y virguerías cansinas. Y quien tenga dudas que repase la historia de la literatura, y que lea; que lea y verá… Y para botón una muestra, cuando en España estaban los intelectuales antifascistas en Valencia tratando de enfrentarse a la cruda realidad histórica (material y concreta, al menos); Paul Valery estaba en un congreso de Estética hablando del arte puro y esencial (y conste que a mí me gusta Paul Valery); pero él no se engañaba y trataba de engañar a los demás con chorradas; él sabía dónde estaba y con quién estaba, y punto; y da grima, sin embargo, ver a “intelectuales de izquierda” rizar el rizo para justificar las chuminadas y los pactos vergonzantes que hacen sólo para proteger sus carreras de “rojos oficiales”, en periódicos globales, aulas universitarias decrépitas, o aburridos y previsibles programas “culturales” de los magazines y tertulias radiofónicas de postín.

5.- ¿tu labor docente y tu labor creativa son compatibles? ¿Cómo armonizar claridad docente y la dificultad del lenguaje poético crítico?

Jamás miento a mis alumnos (decir la verdad es lo más sencillo: que los poetas petrarquistas hacían lo que hacían, porque eran señores o estaban al servicio de los señores, y se tocaban los cojones todo el día; eso lo entiende hasta el más torpe, una vez que leemos unos cuantos sonetos y los comparamos con las canciones que oyen ellos habitualmente y vemos cómo el concepto del amor que ensalzan y cantan es simplemente una soplapollez, bellísimamente construida, eso sí; pero una soplapollez sumamente artificiosa que no resiste la experiencia real: y eso que suelo leer con ellos al propio Dante y a Garcilaso, dos de mis poetas preferidos). A un nivel o a otro, mis alumnos (la inspección, el Director de mi centro y mis compañeros, también) siempre saben de qué pie cojeo, pues es lo primero que les digo a los chicos acerca de mí; pero jamás trato de imponer, ni directa ni indirectamente, mi visión de las cosas, pues no sólo es inútil, sino pernicioso y contraproducente; eso sí, siempre les aviso del peligro de los neutrales (que son los peores: les digo; de la más rancia derechona). Sé que puede parecer contradictorio y paradójico que me cachondee con ellos de poetas a los que estimo, pero es que no hay otro modo de acceder verdaderamente a la tradición (y a la vida en general) que el humor, la paradoja y la ironía. Los partidos comunistas y el socialismo real, por ejemplo (y sabes que los he vivido ambos) han desaparecido, y cualquier proyecto de transformación social y política, también literaria y artística, está condenado al fracaso y a desaparecer, si no acepta en su seno la contradicción y la paradoja, e incluso el caos; los guardianes de la ortodoxia, regularmente unos miedosos apocados e imbéciles, que no ven más allá de sus narices, y que pueden convertirse en auténticos verdugos, llegado el caso, son los peores enemigos del cambio y del riesgo consustancial a cualquier avance o reto social e histórico. La verdad es que alucino cuando veo que la mayoría pensaba y piensa que el Socialismo o cualquier sociedad alternativa al Capitalismo se iba a construir en un plis-plas, por nuestra mera voluntad, porque tenemos la razón, o por una especie de mística “necesidad histórica”; cuando a la burguesía le ha costado más de nueve siglos construir su mundo y la cosmovisión que lo sostiene. A veces, pienso que entre nosotros se lee poco y se reflexiona aún menos.

6.- ¿recomendarías media docena de poetas muertos ya? ¿Y otros tantos vivos?

A los nombrados al principio, en la respuesta a la primera pregunta, y a lo largo de las otras respuestas, podría añadir también los nombres de Baudelaire, mucho más que Rimbaud; André Gide y el Juan Ramón Jiménez de Diario de un poeta recién casado, o de algunos poemas de Animal de fondo; el Lorca de Poeta en Nueva York y el Luis Cernuda más rabioso o el Vicente Aleixandre de Historia del corazón o En un vasto dominio y el Alberti de Sobre los ángeles. Y no quisiera ponerme aún más estupendo con obras tan “personales” como la de Nerval, Rilke, o Georg Trakl; el Eliot de The Love Song of J. Alfred Prufrock (que utilizo, por cierto, en una de mis novelas), el Paul Celan menos árido, y algunas cosas de Bukowski, o de Ángel Valente; además de obras como las Blas de Otero, o la de una grandísima desconocida, Ángela Figuera Aymerich (que recomiendo vivamente releer), o las de Ángel González y Gamoneda, que no estaría de más repasar. Y de entre lo que he leído de los compañeros de Moguer, me parecen vías interesantes las emprendidas –desde perspectivas muy diferentes– por Manuel Blanco, Ausiàs Navarro Millet, Antonio Crespo Massieu, Bernardo Santos y Francis Vas, por ejemplo, junto a la profundidad de la obra de un Uberto Stabile; y no puedo dejar de mencionar un reciente –también– redescubrimiento, debido sin duda a una lectura más reposada de su obra, de Violeta C. Rangel y La posesión del humo. Y la sincera rabia de poetas como Lucas Rodríguez o David González… Creo que es suficiente, aunque sé que me dejo nombres y obras en el tintero, pues no he querido consultar libros, notas y bibliografía, y he citado de memoria, para que esto no se convirtiera en una mera lección o recetario.

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