Matías Escalera: «La clase obrera ya no produce historia, sólo la contempla»
Cristina Martínez, Diario de Alcalá, mayo 2010
El escritor madrileño afincado en Alcalá presenta obra por partida doble con el ensayo ‘Un mar invisible’ y el poemario ‘Pero no islas’. Dos textos para una misma literatura crítica.
Matías Escalera es un escritor vivo. Y no sólo porque una única coordenada (Madrid, 1956) abra su biografía. Sino porque en la madurez de su existencia, Escalera es un autor incansable, capaz de presentar sus textos a pares –en 2008 publicó a un tiempo el poemario Grito y realidad: poemas bárbaros (Baile del Sol) y el ensayo La (re)conquista de la realidad: la novela, la poesía y el teatro del siglo presente (Tierradenadie)–. Pero también es un relator comprometido con su tiempo, porque su vena literaria no recibe impulsos de un afán mercantil sino de su talante inconformista y crítico con el mundo que le rodea. Una realidad que Matías, profesor del IES Atenea de Alcalá, no “intenta representar sino aprehenderla”, escribe César de Vicente Hernando en el prólogo de su novela Un mar invisible (Isla Varia). Con este último trabajo es con el que ahora está de gira por ferias y librerías. Un texto que, como entonces, y por casualidades del momento, vuelve a compartir protagonismo con otra de sus obras, el libro de poesía Pero no islas (Germanía).

–La crítica ha aplaudido a Un mar invisible. Pero también coincide en apuntar que es una novela compleja.
–Más que compleja, diría que es rica en contenido y técnica. Da muestras de nuestro mundo presente en su totalidad, de nuestros valores, comportamientos, mentiras, pactos, compromisos, claudicaciones a que nos obliga el sistema capitalista contemporáneo y la sociedad de consumo. Vivimos en un sistema en el que un único valor ha desplazado a los demás, en el que sólo ha quedado el afán por la obtención y el disfrute de las cosas. Esto ha relegado incluso a valores de la burguesía del XIX, asociadas al placer, el orden y el sentido de la obra bien hecha. Ya no importa si la obra está bien, si produce caos o desorden o si nos satisface. Sólo queda el dinero, la posesión de la mercancía… Da igual que te cueste la vida conseguir el 4×4 y que al final no quepa en el garaje. El caso es tenerlo como sea.
–Y ése es el telón de fondo de su novela, en la que los protagonistas son un grupo de resistencia e inadaptados que vive en el Trópico Zumbón, una comuna del extrarradio de Madrid que resulta incómoda en los planes del urbanismo salvaje.
–A través del grupo de personas que vive allí vemos cómo hemos llegado a la situación en la que nos encontramos ahora. Es gente –ex comunistas, anarquistas, inmigrantes, miserables– que vive en los márgenes del Madrid de hoy. Los de mi generación entenderán perfectamente lo que les planteo. Al lector más joven le interesará por la parte de memoria que tiene. Aquí leerán lo que no les han contado, conocerán las herencias del siglo XX, encontrarán referencias que explican cómo somos ahora y cómo aún hay gente que quiere luchar y que se constituye en baluarte del presente. En el libro también se plantea cómo la clase obrera ha llegado a ser un estamento pasivo, espectador de su condición, cuando hasta hace 30 años era activo y productor de historia.
–¿Qué tiene que decir Pero no islas sobre este planteamiento?
–No es una obra distinta a la novela. Sí es diferente en el género. Me gusta usar los géneros de un modo instrumental, según lo que necesite para decir lo que quiero decir. El poemario trata de este mundo y sus conflictos pero desde un punto de vista lírico, deteniéndose en aquellos efectos más íntimos, emocionales y personales que la novela no consigue. Trata de cómo este mundo nos afecta, de lo que sufrimos, lo que soñamos, lo que nos preocupa o da miedo. Otro de los objetivos que persigue es demostrar que lo que sucede dentro de nosotros mismos se debe a lo que nos sucede fuera. Esa sensación descorazonadora que podemos tener no es porque seamos así en realidad, sino porque el mundo, fuera, va en esa dirección.
–¿Cuál es su actitud ante estos tiempos de crisis?
–Es esencialmente optimista desde el punto de vista histórico o voluntariosamente optimista. No me resigno a la derrota. Siempre intento ver caminos posibles de respuesta, sin engañarme, sin crear falsas ilusiones o expectativas. Creo que si hemos llegado a esta situación por causas históricas podemos transformarla con acciones históricas. Somos perdedores porque nos han vencido, no porque lo seamos por naturaleza. En ningún sitio está escrito que no podamos reinsertarnos. Y lo que escribo lo hago en plena derrota, pero hacerlo ahora y no cuando sopla el viento a favor es lo que da sentido a esta literatura.
–Un mar invisible lo empezó a escribir entre el 97 y 2003, antes de que llegara la crisis. ¿En el próximo proyecto hablará de un futuro que aún no se ha cumplido?
–Ahora estoy con dos proyectos. Una obra de teatro que habla de la crisis actual y las causas de ésta y una novela, pensada a medio plazo, que trata de cómo funciona la clase obrera actual. Una clase que nada tiene que ver con la que yo constituí o mis padres constituyeron. Hablará de cómo ha funcionado de manera impasible ante la crisis presente, de cómo esta sociedad ha aceptado los contratos basura hasta los 34 años y sin respuesta o ha aceptado el trabajo a cualquier precio en términos de supervivencia pura y dura. La suya ha sido una actitud que para la clase obrera del XIX tan sólo sería su punto de partida. 200 años después volvemos a esa etapa de servidumbre que a ellos les llevó a reaccionar.
–Entonces, ¿es este segmento de la sociedad el destinatario de su trabajo?
–Creo que la clase obrera actual es incapaz de recibir una literatura de este tipo en estos momentos, porque está derrotada ideológicamente e intelectualmente sometida a la literatura del best-seller, al culebrón televisivo y al cine de Hollywood. Escribo para los lectores críticos y procedentes de sectores medios de la población, para ilustrados, curiosos que proceden de capas del proletariado que están intranquilas, inconformes y disconformes con lo que está sucediendo. De todas maneras, al lado de la última novela de Reverte, que cuenta con varios millones de promoción detrás, es lógico que la mía no llegue a la misma cantidad de público. Pero si contara con los mismos canales de distribución, no te digo que el número de lectores fuera a desmerecer a la de un best-seller.
–¿Se puede vivir de la literatura?
–Sí se puede. Pero soy profesor, porque para escribir como yo quiero escribir necesito independencia. Si quisiera vivir de esto, entonces escribiría otro tipo de libros. Pero eso no me merece la pena. Por eso tengo mi trabajo, que me permite ser más libre en la faceta literaria.
–¿Ser profesor de instituto le es útil a su ‘yo escritor’?
–Me mantiene ligado a la realidad actual a través de los jóvenes y de sus problemas. Pero es que además me permite estar conectado al presente en aspectos que los adultos ya no somos capaces de percibir, porque cuando llegamos a esta etapa de la vida tendemos a relacionarnos tan sólo con adultos, con personas que piensan como nosotros. Los chicos se enfrentan a situaciones que nosotros ya hemos olvidado. Así que el trabajo de profesor me obliga a estar en un estado de permanente atención.
–¿Escribirá para sus chavales?
–Mi literatura no va dirigida a ellos. Eso no quiere decir que un día no lo intente, pero cuando lo haga será de un modo crítico. No se les suele tratar como a personas con criterio capaces de tener sus opiniones y su visión del mundo, cuando, a veces, por espontáneos, su visión llega a ser más aguda.
LA CRÍTICA HA DICHO:
· De ‘Un mar invisible’ (Isla Varia):
“Es una explosión de literatura y pensamiento. Un texto de gran densidad intelectual y notoria riqueza técnica y estilística”. “…Una gran novela, necesaria en tiempos de frivolidad y desmemoria como el nuestro”. Ángel Basanta (El Mundo).
· De ‘Pero no islas (Germanía):
Con este texto Matías Escalera “enlaza sobre todo con los poetas de la diferencia, o de la poesía crítica, Enrique Falcón o Antonio Orihuela, por su reivindicación de la memoria y del compromiso con la realidad histórica presente”. José Andrés Calvo (Doctor por la UAH).