Cuba (otra vez), Chávez, Evo, Caballo Loco y la escandalosa falta de putinólogos: o la lupa bizca

(Rebelión | reproducido en Aporrea: miércoles, 19/07/2006)

1. Cuba (otra vez)

En Fantasía roja: los intelectuales de izquierdas y la Revolución cubana (Debate, 2006), de Iván de la Nuez, queda claro que, desde Jean Paul Sartre en adelante (Régis Debray, Graham Greene, Wenders, Ry Cooder, Oliver Stone, Vázquez Montalbán o Belén Gopegui; salvo Antonio Elorza, claro: el rey tuerto en el país de los ciegos), todo aquel rojo recalcitrante (o ex-rojo arrepentido) que haya visto en Cuba algo que no sea un régimen de barbarie, o -en su defecto- una inmensa cárcel, en donde la idea misma de revolución agoniza sin remedio, es poco menos que un memo y un pobre incauto dispuesto a dejarse engañar y seducir por las malas artes de malévolos y astutísimos propagandistas, disfrazados de guías turísticos o de viejecitas habaneras.

En Hugo Chávez sin uniforme (Debate, 2006), de Cristina Marcano y Alberto Barrera, nos enteramos (además) de que el origen de los orígenes de la “revolución bolivariana” -ese proceso de cambio social en el que se encuentra inmersa Venezuela- no es otro que el irredento narcisismo (o el ansia identitaria: dicen, también) del niño huérfano que fue el señor Hugo Chávez (cuyo equilibrio psicológico debe, pues, ser tenido en cuenta -según las mismas conspicuas cabezas-, por aquello del control de las fuentes del petróleo y del gas, se entiende). Pues bien, ese nuevo Supremo de las Américas, ese anti-Edipo insaciable, en su deseo de poder absoluto (acorde con su “sospechosa trayectoria golpista”: a pesar de sus ocho elecciones -¡se dice pronto!- impecablemente ganadas) acaba de meter a su país en Mercosur (ese conocido club de peligrosas dictaduras marxistas)

Por si fuera poco, la reforma agraria boliviana, como antes las nacionalizaciones de los bienes públicos y de los recursos naturales del país (robos encubiertos, claro), emprendida por el gobierno de Evo Morales, no es más que otra vuelta de tuerca contra la democracia, la clase media (suponiendo que exista, claro) y sus voceros.

A Evo -como a Castro, y como a Chávez-, nada de nada, ni el menor margen de confianza, ni el menor crédito; pero a Caballo Loco -conocido por Alán García entre nosotros- todo el crédito y las oportunidades (como al Platanito) que precise: su caso es diferente (¡Es un demócrata!: exclaman). El mismísimo defensor de defensores (en el Pen Club, claro) de la democracia mundial, ese vivo dechado de virtudes liberales y desprendimiento, en el que se reflejan todos los luchadores de la libertad del mundo, el mismísimo señor Vargas Llosa [¡uf!, no estoy seguro de que su nombre no lleve copy right, y acaso me cueste dinero esta cita], peruano escribidor -occidental- universal, lo ha dejado claro: a Caballo Loco -el señor Alán García, para nosotros- hay que darle “otra oportunidad” (pues, durante la primera, no logró arruinar definitivamente a Perú: añaden otros peruanos, que no son escribidores, ni universales)

A los parias de Evo, nada; al amigo Alán, educado en la Sorbona, parlanchín, simpático y con experiencia en destrozar economías y países, que nos ha librado de otro maldito indígena populista, lo que haga falta (y ¡pelillos a la mar!) Y, mientras tanto, Rafael Rojas (en El País, claro) preocupado porque en Cuba (régimen totalitario comparable al de la Alemania nazi: claro) no se edita lo suficiente a Benjamin… Lo de Guantánamo (o lo de los vuelos secretos de la Agencia, pero no de viajes precisamente) le debe parecer poco a este historiador demócrata-exiliado-premiado-defensor de las libertades públicas como para dedicarle un poco de atención al asunto. Quizás porque piensa, como los responsables del Pentágono, que los suicidios de Guantánamo no son más que una “operación de relaciones públicas”, “actos de guerra” y una “provocación” (intolerable: claro; contra las garantías democráticas, se entiende: claro)

Se imaginan ustedes si aplicásemos, con ese mismo nivel de detalle y de exigencia (exigencia democrática y desinteresada: claro), exactamente el mismo que aplicamos a esos pueblos en transición -y a sus gobernantes-, la lupa de la crítica a nuestro opulento, estable y democrático mundo capitalista y a sus gobernantes… ¿Qué sucedería? ¿Habrá que recordarles, a estas alturas -una vez más-, el fracaso de la ronda de Doha, o las tragedias de Darfur, o de Gaza, o del Congo, o de Ruanda, o de Haití (o de etcétera, etcétera, etcétera); y, en general, el funcionamiento del mundo en que vivimos, a todos ellos?

De momento, se me ocurre recomendar (-les: a ustedes, y a ellos, los preocupadísimos campeones de las libertades mundiales) la lectura del libro Censura, en el que se resumen las veinticinco noticias más censuradas durante el año 2005 en los Estados Unidos y que han sido recopiladas por un grupo de periodistas e investigadores locales -nada sospechosos de filocastrismo (supongo)-, agrupados en el colectivo Project Censored -Proyecto Censurado-, que coordina el profesor de sociología de la Universidad Estatal de Sonoma, California, Peter Phillips.

También, recordar (-le, al señor Rojas, en particular) que en el mismo diario en el que nuestro historiador demócrata-exiliado-premiado-defensor de las libertades públicas muestra su preocupación por la escasa difusión de la obra de Benjamin, hay al menos un periodista, Ignacio Echevarría, al que se le ha negado la libre expresión de su opinión y de su derecho a la crítica (y esto sólo para abrir boca)

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