Algunas anotaciones en los márgenes de la antología Voces del extremo. Poesía y capitalismo (Fundación Zenobia Juan Ramón Jiménez. Moguer, 2008)

De las falsas dicotomías acerca de la trascendencia de la poesía al auténtico compromiso con la propia obra

En la página 18 de la citada antología, Miguel Ángel García, parafraseando a Juan Carlos Rodríguez, señala unos interesantes pares dicotómicos que nos ayudan a entender algunas cosas…

Si la poesía tradicional es considerada de modo acrítico como:

Discurso Trascendental + Estética kantiana + Ideología burguesa

Se nos dan inmediatamente una serie de falsas dicotomías que nos llevan impidiendo la comprensión cabal de lo poético desde hace dos siglos:

Puro / impuro

Forma  / contenido

Inútil / útil

Privado / público

De modo que, si la Poesía sólo se concibe como la expresión de la intimidad privada e individual, acaba vinculándose exclusivamente a los primeros miembros de los pares anteriores. Como si la dicotomía compromiso / no compromiso dependiese de la supuesta responsabilidad / irresponsabilidad del poeta / escritor. Algo, a todas luces, más que dudoso.

Antes, en la página 17, en un bello fragmento extraído de Un libro rojo para Lenin, del poeta Roque Dalton, se trata de esa general pretensión de discriminar y oponer el ensayo a la poesía. Oponiendo:

Racionalidad / irracionalidad

Conocimiento / emociones

Negando a la poesía tanto el ámbito de la racionalidad, como el del conocimiento. Pero ¿quiénes se convertirán en los aduaneros que discriminen los límites del conocimiento y de la racionalidad? (se pregunta, Roque Dalton) ¿Los burócratas del Partido, o de la Academia? ¿Los amos del Capital? ¿Los funcionarios de la crítica? (me pregunto, yo)

Aparte de que, desde Adorno, sabemos que los límites entre novela y filosofía, por ejemplo, se han roto, pues

«la novela en cuanto género propio de una época y de una clase social, la burguesía, está periclitada. A partir del siglo XIX la novela se ha hecho filosofía con la ayuda de autores como Joyce o Proust y su complejidad señala de alguna manera la dificultad de apresar esa realidad tras la que ha ido la razón».

Más adelante, en las páginas 19 y 20 de la misma antología, Antonio Orihuela trata sobre la denominada poesía de la “nueva sentimentalidad” y su deriva intimista: de lo colectivo a lo próximo conocido, «hasta confundir el imaginario privado del poeta con el de cualquiera (todos)». Hay, en ello, una deriva formalista inevitable: “el compromiso con la propia obra”, entendido aquél como una opción eminentemente formal; y entendida ésta como objeto fetichista y no como herramienta, cada vez más eficaz y contundente (apropiada al tiempo histórico y a las circunstancias), e instrumento de investigación y transformación (socialización y “comunitarización”) de lo real; cuyas técnicas y fundamentos deben ser, por ello mismo, comprendidos (y dominados) en su totalidad, para su definitiva “optimización”. Que es en lo que consistiría el auténtico compromiso con la propia obra, desde un punto de vista materialista, crítico (o sartreano, incluso).

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