Diagonal. Octubre, 2011

Debilidad y miedo (a pesar de las plazas abarrotadas)

Hoy, un compañero me ha presentado la cuarta lista “de izquierda” a la que avalar con mi firma; no he podido, pues sólo se puede apoyar a una. Y, a continuación, otro compañero me ha confesado su temor a ser expedientado por el conflicto en la Escuela Pública madrileña; uno, ilusionado con su candidatura de la “auténtica izquierda” y, el otro, abrumado por una irresistible sensación de miedo e impotencia ante el poder omnímodo e impune del gobierno de Esperanza Aguirre. Ambas situaciones, esa patética fragmentación y debilidad de nuestro lado, enfrentadas a las desvergonzadas exhibiciones de poder de los amos del mundo, me ha hecho pensar en el pasmoso crecimiento del miedo y de la amenaza a mi alrededor; en las coacciones a los profesores y a los directores de los centros públicos en Madrid y Castilla-La Mancha; en la prohibición del festival de música de los estudiantes de Alcalá de Henares, en apoyo de la educación pública; en las detenciones, semejantes a un secuestro, de los miembros del movimiento 15M en Barcelona; en la intimidación sistemática, empleada como arma social, laboral y política, y aceptada por la mayoría; en los groseros intentos de control de TVE y en el descarado abuso de las televisiones públicas regionales; pero, sobre todo, en ese miedo que se ha instalado en todos nosotros; en cómo hemos llegado, por ejemplo, a tener miedo de tomar postura públicamente o de estampar nuestra firma en cualquier documento que nos señale y nos diferencie del resto, y nos individualice.

Hace poco, Esperanza Aguirre ligaba precisamente al movimiento del 15M con una situación hipotética de “golpe de estado”. ¿Qué idea del mundo subyace a esta afirmación, o a esa otra de que las urnas dirimen las responsabilidades de los corruptos? Sólo una: “somos los amos, y los amos somos inalcanzables”.

Ante la pregunta de un periodista acerca de las razones de la prohibición del festival de música de los estudiantes de su ciudad, el propio alcalde de Alcalá la justificaba diciendo que se trataba de un “acto político” (él, que es un político) ¿Qué significado tiene entonces la palabra político? No importa, también son los amos de las palabras. Y nosotros, mientras, enredados en las nuestras (tan confusas siempre).

La cuestión se reduce finalmente a esto, a la impunidad, de una parte, y al miedo, de otra; a banqueros percibiendo millones de euros de indemnización por llevar a la ruina a sus propios bancos; a políticos mentirosos y corruptos, mintiendo e injuriando porque se sienten intocables; a unas instituciones y a unas corporaciones sociales que se saben inconmovibles; y frente a todo ello, nuestra debilidad y nuestra fragmentación. La instalación del miedo y de la amenaza. ¿Y no eran, acaso, el miedo y la amenaza consentida dos de las condiciones del avance del fascismo? Y la crisis; claro, la crisis. El miedo a la crisis; ese miedo físico y traicionero que paraliza a los trabajadores. Ya tenemos el cóctel completo.

¿Y esas plazas llenas de gentes aparentemente sin miedo, esos miles de siervos alzados contra sus amos? Un bello espectáculo, sin duda, para las cámaras de TV, para los blogs y los foros de Internet; aunque, de momento, sin expresión política. Todo un síntoma de la rabia que nos mueve, pero, de momento, no una alternativa. Decimos: “no nos representan”; y, sin embargo, sí nos representan, ¿o es que hemos perdido el sentido de la realidad? Hoy, o mañana quizás, habrá otro aval de otra candidatura “de izquierda” que firmar, que aspira a nuestra representación, pero que no la obtendrá, porque nuestros representantes serán, una vez más, ellos.

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