El hermano Cervantes juega a La Oca

Cervantes y el juego de La Oca, de José Manuel Lucía Megías. 2020

El pasado 8 de octubre, en el Corral de comedias de Alcalá de Henares, donde se representaron algunas de las comedias del propio Cervantes, uno de los cervantistas más brillantes de la generación actual, José Manuel Lucía Megías, estrenó, en este tiempo extraño en ingrato que nos ha tocado vivir, pero cumpliendo un sueño largamente acariciado, su obra dramática en torno, precisamente, a la vida del casual alcalaíno, titulada Cervantes y el juego de La Oca, un entretenido, emocionante y original repaso a la intrahistoria del hermano Miguel, el cercano y entrañable ser humano que José Manuel Lucía y muchos otros, entre los que un servidor se incluye, intuimos tras la escasa documentación que se conserva acerca de la peripecia vital del genial autor del Quijote.

Digo el hermano Cervantes, porque con ese respeto y cercanía propio de los seres fraternos está tratado todo en esta obra. Una materia dramática que se presenta e incardina en el curso de una conferencia fingida, a cargo de un paradójico conferenciante profesional de las conferencias, cualesquiera que sean estas y cualquiera que sea el tema de que se trate, excelentemente encarnado por Ricard Borràs.

Un esforzado “conferenciante para todo” que, lejos de recursos tan manidos como el omnipresente PowerPoint, toma el gran juego de La Oca como centro de una escenografía clara, suficiente y eficiente. Juego, por cierto, no solo en boga entonces, sino que causaba auténtico furor entre las élites de la época (era el preferido, por ejemplo, de Felipe II), y que no es otra cosa que el juego de La Vida, en este caso de la vida cortesana en el Madrid que le tocó sufrir también a don Miguel.

Juego que se convierte de modo eficacísimo en clave dramatúrgica y en marco de explicación y escenificación de las diversas catas que se van haciendo, mejor dicho, que el “conferenciante todoterreno”, engullido por la ficción y cervanteado al final, va proponiéndonos en el decurso imaginado de la vida íntima y privada de Cervantes, de sus peripecias, de las caídas y alzamientos que jalonaron su atareada y zarandeada existencia, de la relación con sus hermanas, de la vida con su esposa o de los vínculos con sus amigos y las razones de sus enemigos.

Y todo, como se ha dicho al principio, desde la cercanía del saber exacto, de la fraternidad y de la complicidad con el protagonista de su historia de un cervantista exigente y contrastado, pero alejado de la frialdad y el fantasioso engolamiento propios de ciertas imposturas académicas tan corrientes y detestables, a menudo, que ocultan y alejan, más que aclaran y acercan al “príncipe de los ingenios”. Y el público, que llenaba el patio de butacas, así lo entendió y lo agradeció. Como agradeció y premió también el entusiasta, pero natural y bien templado trabajo de los actores.

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