El vacío abisal de una literatura sin realidad presente (ni pasada)
El vacío abisal de una literatura sin realidad presente (ni pasada)
La (re)conquista de la realidad: la novela, la poesía y el teatro del siglo presente / coord. por Matías Escalera Cordero, 2007, ISBN 978-84-935476-0-8, págs. 7-16

En el año del cuarto centenario de la primera parte de Don Quijote, 2005, fecha simbólica donde las haya para el arte literario, Eduardo Mendoza, uno de los más reputados escritores en lengua castellana de nuestra época, tras quejarse de la falta general de debate y de una respuesta adecuada a lo sucedido en Barcelona, durante la entrega de los premios Planeta 2005, por parte del “mundillo literario” hispano, terminaba así su habitual columna de opinión, titulada, esta vez, lacónicamente “Marsé”
“… el panorama no es bueno para el Planeta, pero sobre todo no es bueno en general, porque una literatura es un lenguaje en el que participa toda la comunidad, incluidos los que no leen, y en este lenguaje ha de haber de todo: piezas profundas, superficiales, aburridas y divertidas. Hasta desaciertos. Pero no un vacío abisal. Y si lo hay, tenemos un problema, no una anécdota.”
(El País, 24/10/05)
¿Cómo se ha llegado a ese “vacío abisal”? ¿Cómo nos hemos hecho inmunes a la inteligencia y al sentido, justo los que vivimos de la inteligencia y nos dedicamos a la promoción del sentido y el significado? Son preguntas que merecerían una respuesta o un conato, al menos, de respuesta.
Una parte de esa respuesta es lo que hemos querido que sea este libro, una obra colectiva de referencia que sumase los trabajos y las propuestas de autores de distintos ámbitos de la creación y del pensamiento -desde perspectivas diversas: y esta es otra de sus virtudes, creemos- sobre la necesidad de reconquistar -o conquistar, por fin, como quiere José Antonio Fortes: de ahí el prefijo parentético del título- la realidad para el teatro, la novela y la poesía españolas de hoy; un libro que sacuda y remueva -si eso es aún posible- las aguas estancadas en que sestea nuestra literatura. Una recia y resuelta reivindicación de lo real -del referente, en los signos- como cimiento irrenunciable -dador de sentido- del pensamiento y de la creación literaria actuales.
Las ideas que lo fundan, así como los diversos enfoques, corren de cuenta de los que las sustentan y expresan; pero la idea central que emana del título del proyecto: La (re)conquista de la realidad, es la misma: la sustancial vinculación de la realidad -real- con el pensamiento y las prácticas artísticas; aun sabiendo que hay realismos cuya función es precisamente ocultar y velar la realidad misma: toda esa caterva de costumbrismos –picantes o ramplones-; de folletines, seriales, melodramas étnicos, psicológicos, sapienciales, biográficos o sociales -de putas y borrachos; seres marginales, los más, “en las afueras de la realidad”, casualmente-; literatura “de género”, encargada de “ocuparnos el tiempo”, de entretenernos, de adiestrarnos, amansarnos y desvalijarnos.
Por lo que, más allá -y más acá- de la naturaleza, función y carácter de las diversas estrategias realistas, ¿qué relación tienen con la realidad presente española, europea y global, la poesía, el teatro y la novela actuales en España?; ¿dan cuenta de la realidad histórica, material, política, social, simbólica y económica de la España, de la Europa y del mundo presentes?; ¿aparecen reflejados -codificados artísticamente- los procesos de sumisión y de dominación a partir de los cuales se constituyen esas realidades? Esa es la cuestión central planteada.
Descontados el estupor y el hastío que nos provocan las toneladas de lama inmunda que cubren y empantanan las mesas y los anaqueles de los actuales supermercados del libro, en ese “tenso diálogo” -motivo del estupor de Eduardo Mendoza- entre Juan Marsé y María de la Pau Janer, durante la rueda de prensa posterior a la concesión del premio, cuando Juan Marsé, miembro del jurado, criticó (“en un gesto insólito”) la calidad de las obras ganadora y finalista; y en la respuesta que la Janer dio a la pregunta, “¿cómo definiría usted su novela?”, de uno de los periodistas presentes en ella, encontraríamos algunas de las razones que justifican nuestro empeño.
JUAN MARSÉ: No me gustaría chafarle la fiesta a nadie, pero […] soy la oveja negra del jurado, porque no he votado a ninguna de las dos obras ganadoras […]. La premiada tiene como problema un ritmo narrativo tan pormenorizado y tan meticuloso que me empecé a impacientar. Y luego esa decantación hacia lo sentimental […]. La autora deja al descubierto la carpintería, las tuberías y las ínfulas literarias […]. Es una novela con buenas intenciones, pero no está bien acabada […]. En un país con tantos premios, que se produzcan media docena de buenas novelas al año es puro milagro. Esto no funciona […]. Desde el punto de vista comercial, el Planeta funciona, pero desde la óptica literaria es más que dudoso…
MARIA DE LA PAU JANER: No me has aguado la fiesta en absoluto […]. La obra de Marsé sólo me interesó hace años, cuando publicó Últimas tardes con Teresa […] Ahora juegas a enfant terrible…
J. M.: No tengo edad…
M. P. J.: Sí, a veces se pasa la edad, ése es el problema…
J. M.: No te confundas. A mí me interesa la literatura y a vosotros la vida literaria…Y a la pregunta, ¿Cómo definiría usted su novela?; Maria de la Pau Janer contesta: Es una novela de amores, encuentros y desencuentros. Habla del poder del azar en la vida y de personajes que se buscan a sí mismos en una Roma nada turística. Una persona se encuentra en un aeropuerto con un objeto perdido de otro pasajero y eso le devuelve una parte de su pasado. Trato el tema de la segunda oportunidad, reivindico que los trenes vuelven a pasar…
(La Vanguardia, 17/10/05: edición digital)
Aunque de puro banales, de repetidas y manoseadas, esas afirmaciones -y otras tantas por el estilo- no merezcan mayor explicación, pues -tal como quedan reseñadas- se comentan por sí mismas, no debemos pasar por alto su enorme capacidad de penetración social y su extraordinaria potencia ideologizadora; mucho más potente incluso que aquella otra literatura -taimadamente prestigiada- que el mercado editorial trata de vendernos como su antítesis ideológica y estética; esa supuesta “literatura comprometida” -de izquierdas– que, en realidad, sigue los mismos dictados de las modas, las mismas orientaciones del mercado, pero adornada de la impostura del prestigio intelectual y cultural; escritura y escritores que gozan de una más que saludable reputación literaria -tanto desde la orilla crítica, como desde la académica-, y que irrefutablemente pasan -y esto es lo más grave, pues explica, en parte, ese “vacío abisal” que ha descubierto, por fin (¡ya era hora!), Eduardo Mendoza- por escritores -y escrituras- realistas, e incluso, por realismo crítico de izquierda; sea el caso, por ejemplo, de Antonio Muñoz Molina[1], uno de los más (re)conocidos.
Si Sefarad, de Antonio Muñoz Molina, y la mayoría de las novelas dedicadas a la Guerra Civil, al periodo de la II República o a la posguerra franquista son un asalto a la razón histórica es fundamentalmente por deshistorización de la realidad histórica novelada –en realidad, “no novelada”, pues en ellas no hay propiamente novela–; si son moneda literaria falsa -un timo- es precisamente por lo que callan y por lo que ocultan tras esa “no escritura” que vienen denunciando algunos emboscados de la crítica literaria universitaria, como José Antonio Fortes, desde Granada.
Se nos tima porque se utiliza el pasado novelado como excusa para huir del “presente novelable”; porque se rehuye y se evita la realidad en la que de verdad vivimos y que de verdad nos afecta, porque nos quema –y acaba abrasándonos–; porque en ella –claro– con cada postura –con cada verdadero “acto literario”– nos comprometemos… Escribir sobre los asesinos y las víctimas del pasado, nos evita escribir sobre los asesinos y las víctimas de hoy; reducir todo al confuso –e inobjetivable– ámbito de la “dignidad personal”, o a la vieja cantinela del yo y “no yo”, el error precisamente sobre el que gravita la equivocación entera de don Quijote, o a la de las viejas e “idénticas emociones heridas” de los perdedores de todos los tiempos y lugares, vengan de donde vengan (da igual que sean víctimas del Holocausto, oficinistas y pequeños burócratas provincianos, enfermos terminales de cáncer o maduros escritores que nos endosan –queramos o no– su paleta nostalgia pueblerina), y hayan luchado en el bando que hayan luchado (pues, al cabo, todos somos víctimas del “exilio de la vida” y de malvadas fuerzas incontrolables, etcétera, etcétera, etcétera); es el mejor modo de confundirnos, de lanzar cortinas de humo que impidan el conocimiento exacto de las causas y de los efectos de las cosas. Dónde está, por ejemplo, la -perfectamente controlable- tecnología IBM, que permitió el exacto censo de la población judía alemana y centroeuropea; ¿de dónde salió el enorme capital necesario para la consecución del exterminio, y quién se benefició entonces –y luego, durante la posguerra– de ello? No están tan lejos, si mirásemos con atención a nuestro alrededor, descubriríamos sus objetos cerca de nosotros; tal vez, dentro de nosotros.
[1] Los argumentos que siguen a continuación tienen en cuenta -acompañándolos casi a ras de escrito- sendos textos fundamentales para la tarea que nos ocupa de José Antonio Fortes; uno, titulado Panfletismo, es un artículo dedicado a Sefarad de A. Muñoz Molina, publicado en Quimera, nº 204, junio de 2001 –revisado posteriormente en Escritos intempestivos, Granada, 2004–; y, el otro, es el libelo titulado La guerra literaria, que forma parte de los dos contratiempos publicados precisamente por Tierradenadie Ediciones (Madrid, 2003).
“… ¿Dónde está la ‘superior fraternidad’ fascista española…? -se pregunta, José Antonio Fortes-. ¿Dónde el ‘club de los inocentes’ intelectuales del fascismo español? ¿Dónde los Heidegger en España? ¿Dónde, los muertos asesinados por el genocidio de clase que ejecutan los fascistas españoles en España? ¿Dónde, el ‘arrebato temerario y tóxico de romanticismo’ (p. 107 Alfaguara, 2001) como razón histórica para la División Azul contra ‘Rusia es la culpable’? …”
En efecto, todo se reduce en ellas –en ese tipo de falsas “novelas históricas”–, a meros conflictos individuales (de hondísimas raíces existenciales y emocionales, ¡eso sí!) en medio de una (pseudo)realidad alejada –irreconocible– y apaciguada, desde la que unos desengañados “intelectuales monjes” –de vez en cuando, y casi a regañadientes– nos conceden la venia de su sabiduría filosófica y existencial. Pero la realidad histórica es tozuda e, incluso a estos monjes escritores –seres escépticos y desengañados, aislados voluntariamente del mundo–, se les escapa, a veces -sin que se enteren-, por entre los renglones que escriben.
Como cuando un voluntario de la División Azul dice:
“… Ortega lo había dicho, Alemania era Occidente [era la civilización y Rusia la barbarie], y nosotros nos lo creíamos porque él lo decía.”(p. 476 Alfaguara, 2001)
Y, en efecto
“…He ahí la novela: Ortega arengando a la Cruzada de Salvación de la Civilización de Occidente a prietas las filas de jóvenes fascistas españoles…” -remacha, el profesor Fortes-.