Diagonal. Octubre, 2010

No es nada personal. Segundo recuerdo contra Mario Vargas Llosa

Debido al eco obtenido por el primer artículo, titulado Un recuerdo contra Mario Vargas Llosa, publicado en el número 134 de Diagonal, y por alguno de los comentarios que ha suscitado, creo conveniente aclarar y ampliar varios de los considerandos esgrimidos en él; empezando por lo evidente, no es la persona lo que me interesa. Muy pocas veces –creo que nunca por escrito, hasta la fecha–, he juzgado el carácter de nadie; es al hombre público –a sus conductas públicas y estrictamente políticas–, y al escritor, esto es, a su obra escrita, a los que me enfrento públicamente. De hecho, Mario Vargas Llosa es una persona, por lo general, fina y educada –sea lo que sea lo que entendamos por ambos vocablos, y descartado el contenido de clase que conllevan–; lo era incluso cuando daba, impecablemente trajeado, sus mítines a los menesterosos campesinos de las aldeas peruanas, durante las campañas electorales –según cuentan aquellos que los presenciaron–; de hecho, el que quisiese hablar conmigo, un joven profesor, por aquel entonces –que no era nadie y al que no conocía de nada–, de un modo tan franco y abierto, es de resaltar y agradecer.

No era, pues, la persona, sino sus actos y su obra pública y publicada, el objeto del anterior artículo, como lo es el de éste. No se trata tampoco de una cuestión moral: en absoluto. Se trata de dilucidar qué es lo que ha echado a perder una escritura como aquella de sus primeros libros; por más “destellos geniales” que pueda haber en lo que escribe y ha escrito después de Conversación en La Catedral. Nadie puede perder, aunque se lo proponga, todas sus virtudes; pero la fuerza y el sentido que el compromiso con la realidad y la propia escritura da a una obra literaria, esa se perdió irremediablemente.

En algunos artículos y escritos que he leído en estas semanas, se hacen valoraciones de la trayectoria y de la curva que describe la obra de Vargas Llosa que coinciden aparentemente con lo dicho hasta ahora: cómo hay un momento en que su obra pierde, en efecto, interés y fuelle; pero el punto de partida de la mayoría de esos trabajos es otro y las causas establecidas, distintas; y es que, por lo general, no se precisan ni el alcance ni el significado de los términos que se utilizan, como, por ejemplo, el significado entre nebuloso y tópico de la palabra compromiso; o la inútil pretensión de rehuir el “debate ideológico” en el análisis crítico de una obra literaria; cuando es precisamente la ideología, o más propiamente la posición subjetiva desde la que se realiza el acto de escribir, lo que explica precisamente algunas de las decisiones técnicas y estilísticas más importantes en la obra de un autor; como es el cambio de estatus en el narrador que se detecta en las novelas de Vargas Llosa, y que, a grandes rasgos, iría de un narrador predominantemente dialógico y dialéctico, en sus primeras obras las más recordadas y alabadas–, a otro de tipo unívoco y autoritario, que viene a coincidir y no casualmente  con el giro copernicano que tiene lugar en el objetivo mismo de su escritura: que, resumiendo, iría desde el intento de determinar las claves de la realidad material, social, política e histórica, a partir de los conflictos e historias individuales, al principio; hasta la reducción de la realidad material, social, política e histórica a meros conflictos e historias individuales.

🤞 ¡No te pierdas nada!

Todas las nuevas entradas al blog y noticias de Matías Escalera

¡No hacemos spam!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *