Diagonal. Octubre, 2010

Un recuerdo contra Mario Vargas Llosa

“… Creí que se habían olvidado de mí…” Con estas palabras, según los periódicos, recibió Mario Vargas Llosa la noticia del Nobel. Y, a medida que las veía repetidas en todos los medios, iba cayendo en la cuenta de que esas eran exactamente las palabras que mejor definían, en efecto, al tipo de escritor e intelectual que Mario Vargas Llosa es; al tiempo que me traían a la memoria, cual madalena proustiana, la causa, las circunstancias y los matices del desencuentro que tuve con él, hace ya algo más de veinte años, en uno de los círculos burgueses de la ciudad italiana de Trieste, a propósito del estreno de su obra Kathie y el hipopótamo, y tras una charla, cuyo título, pensado ahora, resulta más que significativo, La mentira y su función en la vida y en la literatura… Y es que, detrás de esas palabras, leídas una y otra vez, volvía a ver a ese escritor e intelectual maniobrero y vergonzante que vi entonces; aquel que abandonó, un día, el compromiso con la escritura y con el desentrañamiento de las auténticas tramas del mundo real, para irse por las ramas, y echarse en manos de la impostura y del lucro –esto es, de la industria literaria y de sus dueños–, y que demandaba –y exigía, desde hacía tiempo ya– el pago definitivo de su servicio, diferido tan incomprensiblemente, para él, y los suyos, en el tiempo. Que, al fin, ha llegado.

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